Las cosas ocurren pero no siempre como nos gustaría. Por eso para Aparisi, al final, la lógica se impone a todo... a todo lo que es sugestión, anhelo, deseo, ideal, sueño o guión. El guionista, desde la comercialidad o desde la sensibilidad, puede plantearse situaciones divertidas o descriptivas, desenlaces sorprendentes o medidos y diálogos pegadizos o significativos pero al final todo queda en manos del espectador, más que en las manos en la cabeza porque por muy conceptualmente contextual o contextualmente conceptual que sea el guión el espectador se divertirá si quiere o precisa divertirse, se sorprenderá si aún le queda lugar para la sorpresa y se enganchará a los diálogos si dispone de fijaciones para ello.
El origen de lo que tenía que pasar se remonta a 1977, a "Perros callejeros" de José Antonio de la Loma, película que, por trabajar en la cabina del cine, vimos tantas veces que acabamos aprendiéndonos fragmentos de los diálogos y que, con respetuoso deleite, representábamos cuando la situación o la circunstancia referían, ya fuera en una comida familiar, ya fuera en un encuentro casual. De ellos, el que más, el que se refería a lo había pasado:
¿Que ha pasao?
Ha pasao lo que tenía que pasar, que con "El Esquinao" no pue nadie y al que se le atraviesa le corta los güevos.
Hay quien distingue el plástico del efectivo, el embrague del freno, la recta de la curva. Hay quien ve imágenes y se duerme, hay quien oye diálogos y no les encuentra asidero, hay quien ante escenas de marginalidad cotidiana no ve progresión de acción ni consistencia de actuación y hay quien situado en una azotea alega necesitar un pellizco para creérselo. Hay quien con dos ojos no es capaz de ver lo que Jo-Jo con uno. ¿Y qué pasa entonces?. Pues pasa lo que tiene pasar...
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