Comentaba Joan Marimón
Ese pánico terrible del hombre ante la invasión que extermina ¿no puede ser propia de los animales ante el mismo ser humano? Ciervos, zorros, el toro de Tordesillas ante la excavadora que va a embestirle, los galgos a quienes apunta el arma del cazador al que han servido, las colonias de gatos que van a ser torturados o envenenados...
Sigue existiendo por desgracia La guerra de los mundos.
Sí, hay otros mundos pero están en éste; no es necesario que venga nadie de Marte para sembrar la destrucción en esta Tierra. Y cuando dos de ellos entran en guerra, el objetivo es la captación de los indecisos previa activación del terror y sin importar la devastación indiscriminada de la sociedad urbana, eso sí, del otro mundo.
En 1898 H.G.Wells escribió la novela con los ojos puestos en el imperialismo colonial británico.
Una noche de 1938 Orson Welles la adaptó radiofónicamente con las antenas puestas en el incipiente nazismo.
En 1953, Byron Haskin la puso en pantalla grande con unos marcianos enfocados sobre la amenaza comunista parapetada tras el frío telón de acero.
En 1978, Jeff Wayne pertrechado de teclados, guitarras y voces puso música a una novela como si de una película se tratase y como si una dramatización radiofónica hubiese sido; una obra artístico-musical edificada sobre tres pilares: el hipnótico desenroscamiento de cilindro, el arrasador "Ullaaaaaaaaaaahhh" y la ingenua convicción de que debe haber esperanza para todos en algún (recóndito) lugar del espíritu del hombre.
En 2005, tras una introducción básica de personajes, con precisión relojera y espectacularidad contenida, Steven Spielberg nos muestra el paranoico camino del cambio, plagado de demonios y polvo que lleva a un ciudadano normal y corriente desde los patios traseros de Bayonne (New Jersey) hasta Boston (MA). De nuevo los marcianos han desplegado sus máquinas de guerra y el abrasador "Rayo de fuego" vuelve a barrer la superficie terrestre vaporizando a quien se pone a su alcance. Esta vez no han llegado desde Marte sino que unas descargas eléctricas han despertado las células terroristas que se hallaban enterradas bajo las ciudades, resultando ropa volando por doquier. Sin sotanas, sin discursos y sin galones, un hombre de la calle, más preocupado de salvar su culo que de tener un plan, aprende a dar la cara porque, sencillamente, tiene un juramento de sangre que defender.
Clic y ves cada visión temporal de La guerra de los mundos | |||
1938 Orson Welles | 1953 Byron Haskin | 1978 Jeff Wayne | 2005 Steven Spielberg |
En 2008, a pocos días de las elecciones americanas, el rayo de fuego ha empezado a recorrer las bolsas y la maleza roja comienza a extenderse por los bolsillos. La guerra de los mundos es inherente al espíritu del hombre; aún siendo tuerto, se ve desde la azotea.
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