domingo, 16 de septiembre de 2007

Con otra mirada

Desde las azoteas se dispone de una perspectiva diferente de acontecimientos y circunstancias. La ciudad es la misma pero al cambiar el punto de vista todo se ve con otra mirada.

Desde aquí llegan las voces de lo que abajo se dice: si bien todo el mundo habla, sólo entienden quienes quieren.

Hay quien distingue el plástico del efectivo, el embrague del freno, la recta de la curva... pero todo eso es ahí abajo. Aquí arriba no es distinto pero sí diferente: aunque no haya cajeros se mueve dinero, no circulan coches pero hay circulación y el recorrido entre dos puntos suele ser sinuoso.

Hay quien ve imágenes y se duerme, hay quien oye diálogos y no les encuentra asidero, hay quien ante escenas de marginalidad cotidiana no ve progresión de acción ni consistencia de actuación y hay quien situado ante una azotea alega necesitar un pellizco para creérselo.

Hay quien con dos ojos no es capaz de ver lo que yo con uno: el paisaje humano y urbano puede desbordarse y descubrirnos subjetividades presentes pero olvidadas, pasiones de ojos vendados, objetos de deseo imposibles, determinaciones irrenunciables alimentadas por el hecho de ser joven y tener tiempo para gastar, identidades que palpitan entre la solidaridad vecinal.

Para mejor entender, además de hablar y querer, hay que disponer, con independencia de si crítico o artista, de otro punto de vista. La comprensión mejora cuando se observa con otra mirada.

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