domingo, 2 de septiembre de 2007

Un día en la vida

Viernes 3 de febrero de 2006. No fue un día más, fue un día en la vida.
Gracias a la disponibilidad de tiempo que ahora disfruto me personé a las 5 de la tarde en la puerta del cine que mi amigo guionista había elegido como localización para una escena de treinta segundos del largo en el que se ha embarcado.

Una hora más tarde allí no había aparecido nadie. Sin embargo, la valla que abarcaba toda la fachada del local, delimitada por dos decorativas señales de prohibido aparcar en horario de cine, me indicaba que aún no había llegado el equipo de rodaje: el espacio reservado para aparcamiento estaba expedito.

En el paseo central de la avenida, justo enfrente de la puerta de entrada, había una bohemia pareja de jóvenes que me dieron la pinta de ser del equipo de rodaje. Así pues, me dispuse a esperar acontecimientos.

La estrella del momento era el letrero, sujeto en la mitad del vallado, que informaba del motivo de la reserva de espacio. Muchos viandantes se acercaron hasta el letrero sólo para leer su contenido. Constatación del denominado porterismo de a pie.

Mientras un guardia urbano recetaba un refresco del código de circulación a un vehículo aparcado sobre la acera, un amable señor me ponía en antecedentes: "Esta mañana, bien temprano, esa pareja de jóvenes, --se refería a la pareja bohemia-- ya estaban ahí con los arreos para ir vallando la zona conforme los coches se iban yendo. También se encargan de enseñar la autorización caso de ser requerida por la guardia urbana".

Enfrente nuestro, el chico y la chica se contorsionaban para desentumecerse.

Sin necesidad de permisos, el frío también estaba instalado en la zona.

Visto y no visto, llegó todo el mundo. Los técnicos de producción tomaban distancias, marcaban posiciones, medían la luz ambiente y verificaban que la escena se ajustase a lo indicado en el plan de rodaje. La taquilla fue adaptaba para la filmación. Un foco ocupó el sitio ante la segunda ventanilla. El armario de los carteles cedió su sitio a la cámara.

En cuestión de minutos me vi con una buena amiga, como extras, con una cuba de palomitas en el regazo, mientras hacíamos cola ante la ventanilla para comprar la entrada. Nuestro papel: llenar el campo de visión de la cámara. Toda una responsabilidad pues sólo faltaba que tuvieran que repetir la toma por causa nuestra.

Nos indicaron dónde ponernos, cómo comportarnos y qué decir al llegar a la ventanilla. También nos rellenaron el barreño de palomitas un par de veces dado que durante las pausas entre ensayos íbamos comiendo sin parar y el nivel quedaba fuera del campo de visión de la cámara. No es muy normal acercarse a comprar la entrada con las palomitas en el regazo pero ahora con la ley anti-tabaco en vigencia hay que matar los nervios de la espera de alguna manera y ésta es una muy nutritiva.

En total dos horas para una escena de treinta segundos.

Tiempo después me pasaron las fotos del día. No fue un día más, fue un día en la vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ei!
Com a cinèfila i pratenca m'agradaria saber a quina hora serà l'estrena i a quin Renoir.
:)

Merci!