miércoles, 31 de diciembre de 2008

Sólo para no estar solo


El 6 de septiembre del 2007, en la sede del diario Levante, tras la proyección de Pactar con el gato y el fórum que le sucedió, tuve el privilegio de presentar Alberto Jiménez a Mar Solana.

Mar, como yo mismo, era fan de Alberto desde “El bola”. Tenía escrito un guión, premiado, “Sólo para no estar solo”, secretamente pensado para que lo interpretara Alberto. Y Alberto accedió.

Tanto Mar como yo hemos hecho realidad un sueño.

El rodaje se llevó a cabo en verano del 2008, con otros dos actores principales, la elegante Marta Belaustegui y el joven Roger Príncep, y con un equipo en el que estaba mucha gente que conozco y en la que confío. Citaré sólo a los dos amigos de Mar que han trabajado con ella en un colectivo de guionistas que hace honor a su nombre, “La máquina de escribir”. Me refiero a Guadalupe Sáez –Guada-, y a Nacho Díaz –justnachinghotmailcom-, a quienes no puedo disociar mentalmente de Mar.

El lunes 22 de diciembre a las 20.30, en la sala 7 del UGC Cine Cité de Valencia se estrenó “Sólo para no estar solo”. Puedo decir que no recordaba un cine tan lleno desde mi infancia, con gente de pie y sentada en las escaleras. Puedo decir también que la corriente de amor y afecto hacia Mar y su equipo, antes, durante y después del mediometraje disparó todos los termómetros. Que recuerdo la “parte Kafka”, con Alberto ante la puerta, como un momento de verdadera altura cinematográfica. Y digo también que yo me quedé sin habla durante los créditos finales.

¿Qué tiene Alberto Jiménez que la gente le llega a amar con tanta intensidad? Algo muy parecido a lo que tiene también Mar Solana Castro. Valentía, humildad, talento, capacidad de amar... Yo les agradezco esa noche de estreno, noche feliz, y sus consecuencias. Y les deseo, o más bien preveo, un futuro cargado de más noches como la del 22 de diciembre del 2008.

Aquí puedes ver el tráiler de este mediometraje de 26 minutos...

Sólo para no estar solo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me sitúo ante una puerta.
En ella, un cartel familiar.
Es de colores y, además de los rostros de varias personas, se ve a una chica asomada desde una terraza, como si fuera Julieta, esperando a que Romeo reaccione, ante los atónitos ojos de un gato en un árbol.

Me gusta el cartel. Lo despego. Lo doblo y me lo guardo en el bolsillo.

Voy a abrir la puerta. Me da la sensación de que va a costar (es raro que haya un cartel colgado en la puerta).

Giro el picaporte y la puerta se abre con facilidad. No me lo puedo creer. ¡Cuántas puertas abre intentado abrir en mi vida y cuántas veces se me habrán resistido, aunque fuera mínimamente!

La facilidad aún me produce más miedo e inseguridad (no es normal que no se me resistan las cosas, siempre he tenido la sensación de que me toca pelear el doble). Pero este no ha sido el caso.

Empujo la puerta y me encuentro a una persona deslumbrante. Alberto Jiménez está ahí. Tiene mi guión entre sus manos y, tras un abrazo sincero, me plantea varias preguntas con total naturalidad.

Estamos en la habitación a medio armar de su hijo, con esa sensación de que en el futuro ahí va a haber algo muy grande.

Comenzamos a conversar.

Conectamos...

GRACIAS HASTA EL FIN DE MIS DÍAS, JOAN.